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- Mire, para mí la muerte es el analgésico
más eficaz pero también el más caro porque se paga con la vida, hablando de don
Anselmo López, su yerno, lo digo, con todo respeto – espetó el Comisario
Neptalí. De golpe, porque ni Monsivais, que se mordía los labios a su lado, ni
ninguno de los agentes de civil que lo acompañaban habían dicho esta boca es
mía.
Mientras
esperaban adentro de la combi observando la línea entrecortada, blanca y
gruesa, que separaba en dos la cinta asfáltica, a cubierto de los mosquitos en
esa zona selvática, con las ventanas cerradas, el motor en marcha y el aire
acondicionado encendido, que regresara la cuatro por cuatro del informante, la
voz cavernosa de Neptalí, emergida de una garganta habituada al paso y depósito
del humo de los cigarrillos negros que fumaba copiosamente, era la única que se
hacía escuchar.
-
Este hombre – siguió exponiendo -, que todavía no ha conocido la paz de los
sepulcros como su yerno, don Anselmo López, que en paz descanse, el que
frecuenta este prostíbulo llamado “Las walkyrias” ama lo que hace tanto como
yo, y, además, le gusta filosofar, como a mí. A veces nos entretenemos
charlando y haciendo consideraciones acerca de los que nos va tocando en
experiencia. Los dos somos realistas, quizá este amigo más que yo todavía. Es
un ingeniero agrónomo que ascendió a estanciero y no se cansa de contar vacas.
Esto de investigar lo hace para distraerse, por diversión. Le gustan más que a
mí las novelas y las películas de detectives.
-
Qué me dice – se atrevió a comentar Monsivais. No fue una pregunta. La claridad
de sus ojos y el ardor de su mente estaban concentrados en la oscuridad del
monte espeso, como dos reflectores que intentaran rehacer el día. Esa zona
boscosa a uno y otro lado de la ruta, ascendente y descendente, de la que
emergería el desconocido del que le hablaba Neptalí y que traería noticias de
su hija, le inspiraba angustia y desconfianza y, un poco, el miedo cerval de
que fuesen sorprendidos como presas por cazadores.
-
Que, ¿qué le digo? Lo que le estoy diciendo. Que nos traerá muy buena
información y que su vida no corre ningún riesgo. De última, como le comento,
en eso somos iguales mi informante y yo, si él tuviera que enfrentar el caño de
un revolver cargado, primero trataría de sacárselo de encima, pero, después, si
le tocara perder, trataría a la muerte con indiferencia.
-
Dicen que los mafiosos esos suelen tener vigiladores merodeando – comentó
Monsivais.
-
¿Quién lo dice? – Neptalí, que estaba tratando de encenderse un cigarrillo,
saltó casi, con cierta brusquedad, y tuvo que sacudirse una pequeña brasa que
cayó sobre sus pantalones de un recio manotazo.
-
Bueno, me corrijo, no es que alguien me lo haya dicho y discúlpeme si mi
observación le parece ingenua, en realidad es lo que uno ve en las películas
sobre la mafia, los tipos se están vigilando continuamente y, por lo general,
el último que vigila o el que vigila a los vigiladores es el que gana – Jorge
Monsivais se explicó tratando de no parecer ingenuo y se dejó encender un
cigarrillo que le había aceptado a Neptalí, a pesar de que hacia años que no
fumaba.
-
Lo entiendo, no crea que no lo comprendo, pero, mire, son fantasías. Los
mafiosos tienen más miedo que cualquiera porque tienen, todos, sin excepción,
la cola de paja, como la tenía su yerno, que en paz descanse – Neptalí optó por
abrir la ventanilla y apagar el aire acondicionado y exhaló una primera y
espesa bocanada blanca contra el aire negro del exterior que ingresó de pronto
al habitáculo proporcionando un frescor húmedo que desalojó el frío seco que la
ocupaba. Hizo un silencio obedecido por todos y por fin lo quebró.-
-
Mire, creo que tendremos que esperar aquí por lo menos dos horas más, si quiere
que conversemos de cualquier tema, estoy a sus órdenes. – Como Monsivais no
decía nada – Neptalí deslizó, susurrante:
-
¿Qué me dice de su esposa, la madre, esperando, seguramente ansiosa, angustiada?
Parece una excelente mujer.
-
Hilda es una mujer maravillosa, por eso me enamoré de ella – Monsivais sopló un
cono de humo blanco como en sus mejores años, cuando enamoraba mujeres con
miradas celestes y vivas, en los bares de Paraná en los veranos, frecuentados
por muchachos y trasnochadoras chicas
de las mejores familias de la ciudad.
-
¿No diga, qué fue lo que lo enamoró de su doña?
-
Pienso que ella es una flor exótica. Cuando la conocí, en Paraná, atendía un
puesto de diarios y revistas. Estaba todo el día, la podía ver cuando iba a
trabajar desde las seis de la mañana, siempre elegante, bien vestida. Uno se
acercaba y podía olerla. Recién bañada y perfumada, atenta, servicial,
sonriente, dulce, con una amable observación para cada cliente. En cambio usted
podía verla y oírla bien temprano, cuando llegaban los repartidores y
repositores, firme y amable pero con carácter, siempre con la palabra justa. La
primera vez que le dije un piropo se sonrojó y ahí descubrí que además era
modesta, humilde, recatada, pudorosa. Para mí es y fue siempre como una rosa o
una orquídea.
-
Pero mire que había estado enamorado el hombre.
-
¡Ah, sí! Y siempre he seguido estándolo – Monsivais miró a Neptalí a los ojos
morunos y vió como sonreían y aceptaban con placer el amor que sus ojos azules
irradiaban cuando, evocativos, volvían interiormente a la imagen de su mujer y
se distraían del humo que los envolvía.
Pero
no todo era su mujer. Las alusiones del Comisario a ese oscuro personaje que
había sido su yerno lo retrotrajo de pronto, como si despertara de un estado
hipnótico, al día en que llegaron a la casa de Anselmo López y tuvieron que
escudriñar, milímetro a milímetro, cada habitación con el Comisario,
esgrimiendo la orden de allanamiento de un juez, para encontrar a su hija
recluida en el propio dormitorio matrimonial de la pareja que todavía formaban
con el fallecido. Había sido un verdadero escándalo al que su misma hija había
puesto fin negociando la futura construcción y el manejo de un restaurante.
Finalmente había huido con un mafioso de peor calaña que su propio ex yerno
¡Parecía mentira cómo la mala suerte se había ensañado con ella!
-
Mire, ahí está – La voz ronca de Neptalí interrumpió los pensamientos de
Monsivais. Dos luces amarillas que parecían corresponder a la caminata
siniestra de un puma o de cualquier félido que avanzara agazapado en la
tiniebla en pos de su presa descendían por la colina y se dirigían hacia el
punto en el que ellos estaban estacionados. Todos los ojos expectantes vieron
cómo el félido se convertía en vehículo y, enseguida, pudieron identificar una
cuatro por cuatro de color oscuro que se confundía con el espesor de la
negrura. El rodado estacionó a la misma altura de la ruta del otro lado, un
hombre alto descendió e hizo dos parpadeos de luz con una linterna.
-
Deje, yo voy- ordenó Neptalí a Monsivais ante un movimiento de éste y se bajó
del auto. Cruzó rápidamente la cinta asfáltica y los dos bultos oscuros se
unieron en un abrazo, el del hombre allí plantado y el de Neptalí. Estuvieron
un rato gesticulando y produciendo un murmullo humano que se mezclaba con los
chirridos de los pájaros nocturnos, los aullidos de los animales y los sonidos
de todo tipo provenientes de la espesura. Por fin Neptalí regresó. Miró a
Monsivais a los ojos.
-
Tenemos suerte, Monsivais, su hija está aquí, en “Las Walkyrias”, sólo queda
planear la estrategia.
Amilcar Luis Blanco (Fotografía de Daniel Day Lewis y Steven Spielberg)
Me ha gustado mucho el comienzo de esta narración, es verdad, cuando hay una enfermedad cruel, el mejor analgésico es la muerte, y es cierto que es el más caro, que pena que cueste tanto...está tambien la morfina, pero al final es la muerte misma...
ResponderEliminarMi padre se puso enfermo de la noche a la mañana, y duro un mes el 26 de julio del 2010 a las 2 de la tarde murió en mis brazos, su maná como digo en un poema que recientemente he publicado, fue la morfina, mañana y noche, en definitiva, era ese analgésico, llamado muerte...el más caro, y al alcance de todos.
Gracias por ser y estar Amílcar.
Feliz comienzo de semana.
Abrazo
Muchas gracias Carmen, lamento muchísimo lo de tu papá. Feliz comienzo de semana también para vos. Un abrazo.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho leerlo, a pesar de ser un triste tema. Gracias :)
ResponderEliminarGracias Menchi
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