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“Llegué a una conclusión fundamental, Edelmira. Estuve pensando en lo que me
explicó ese médico sobre Marx y la lucha de clases y sobre lo que me explicaron
cuando tomé el catecismo y ¿Sabés qué? Lo fundamental de nosotros, los humanos,
es que somos objetos. Eso, así nomás. Igual que las mesas, las sillas, los
sanitarios del baño o la camilla que empujo todos los días por los pasillos del
hospital y que ya no se si la llevo o es ella la que me lleva a mi. Porque,
Edelmira, pensá, muchas veces llevo en la camilla cuerpos enfermos pero, otras
veces, llevo cadáveres a la morgue que hay en el subsuelo ¿Cuál es la
diferencia? Bueno,¿ la sabemos todos, no? Los cuerpos respiran, tosen, se mean,
se cagan, caminan, cogen, comen, hablan, respiran, qué se yo, se mueven, los
cadáveres en cambio todo lo contrario, están quietos, rígidos para siempre,
pero, fuera de eso, seguimos siendo tan objetos como ellos, no hay diferencias
importantes Las radios, los televisores, también se apagan, las planchas se desenchufan o se
descomponen para siempre, o no? Me refiero en cuanto a lo que sentimos, a cómo
nos sentimos, porque más allá de que estemos tristes, contentos, agotados o con
ganas de hacer cosas, deprimidos como en un velorio o exaltados como en
carnaval, lo fundamental de nosotros es que nos usamos unos a otros y ahí está
la cualidad más importante de los objetos. Si digo silla, pienso en sentarme,
si digo mesa pienso en comer, si digo inodoro bueno, ya sabemos, y así con
todo. Si alguien dice Alejandro, todos piensan camillero, si alguien dice
Edelmira todos piensan sirvienta o doméstica, es decir, como explicártelo,
somos aquello para lo que servimos. Por lo menos para los demás y también los
demás para nosotros. Porque, a ver, ¿Quién es capaz de ver más allá? ¿O de pensar
más allá? Creo que nadie. Si no fuera así, Edelmira, andaríamos queriéndonos
todos aunque no hiciéramos nada y dejaríamos de usarnos unos a otros. Ahora,
cuando voy a la sociedad de fomento y trato de hacer algo por nuestros vecinos
de la villa que, por supuesto, son tan pobres como yo y no me pagan nada o
cuando ellos hacen algo por nosotros, por mí, y yo ni vos, tampoco, les pagamos
nada. Bueno, creo que, únicamente, en esos casos, dejamos de ser objetos,
cuando no nos importa qué le podemos sacar o no sacar al otro, cuando obramos
con lo que se llama desinterés. Pero andá a encontrar a alguien que haga algo
sin interés. Son muy pocos, Edelmira, casi ninguno. Todos tratan de sacarte
algo siempre, si no “no existís”, como dicen los pibes. A propósito, vos, para
tu patrona, Elena, sos algo más que una sierva ¿No es cierto? Porque sino ¿Por
qué te besó en la boca? Decime ¿Qué te saca ella, Edelmira? Por el laburo te
paga. ¿Seguro, Edelmira, que no es tortillera? Porque el otro día te lo insinué
y me sacaste rajando, con cajas destempladas, como le gusta decir a un jefe de
guardia. Ojo Edelmira, no se si me bancaría que estuvieses con ella prestándole
esa utilidad. No te olvidés que nosotros también podemos apagarnos o
desenchufarnos, como los televisores o las planchas, sobre todo si lo que
hacemos llega a ser muy agotador o humillante. Algunos les llamarán crímenes,
delitos, homicidios, suicidios, a eso de acabar con nuestras vidas, pero me
parece que aquí hay un poco de falsedad, Edelmira. Y sí, porque no queremos
reconocer que somos como los objetos. Lo negamos. Nos sentimos más importantes
que ellos, pero, bien mirados, nosotros también somos objetos. Hasta toda la
entera tierra y los planetas y el universo mismo y todo lo que hay adentro. Así
que ¡Ojo, Edelmira! Yo se por qué lo digo ¿Sabés cuándo veo patente lo que
somos los humanos? Cuando a la mañana salgo de la villa y voy a Retiro,
caminando, para tomarme el bondi hasta el Fernández. A esa hora todos caminan
como zombis o como autómatas, sin mirarse, sin prestarse ninguna atención. Cada
uno va concentrado a su trabajo, tratando únicamente de llegar a horario para
que no lo echen, yo también, por eso lo se. La preocupación mayor es llegar a
horario. Al principio esto se hace de un modo deliberado, consciente, pero,
poco a poco, a medida que te vas a acostumbrado a hacer todos los días lo
mismo, ya se te convierte en una segunda naturaleza y ni siquiera te das
cuenta. Salís y andas como disparado y sos como una bala de cañón o un misil o
un vehículo, que también son todos objetos. Creo que si pasas por al lado de un
tipo que fue tu amigo no lo ves, hasta si pasas al lado de una mina que fue tu
novia no la ves, o de un hermano, tampoco. Por eso Edelmira, ojo, ojo, somos
objetos”.
Amilcar Luis Blanco (Pintura de René Magritte)
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