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“Hay madrugadas en las que me siento como un lobo, una bestia, igualito
que esa película en la que un médico pituco se tomaba un brebaje preparado en
su laboratorio y empezaba a convertirse en un hombre lobo, en una bestia. Le
empezaban a salir pelos, se le alargaba el hocico, los ojos se le llenaban de
sangre y hasta le salían colmillos. Claro, esto es lo que me imagino para
espantar el miedo cuando salgo a la noche de la villa para ir a Retiro. Es una
fantasía como para defenderme, como para sentirme animado si alguien quisiera
asaltarme o pegarme ¿Qué se yo? La otra mañana iba pensando en esto cuando vi
que se me acercaban dos muchachos, les desconfié un poco y pensé: “voy a
intentarlo con ellos”. Así que cuando estuvieron casi al lado uno dijo:
“Señor”, “¿Qué?”, le contesté, pero, dando un alarido desgarrado y mirándolo
con cara de furia. El muchacho, que venía con un cigarrillo entre dos dedos,
seguramente para pedirme fuego, lo codeó al otro y salieron corriendo, se
asustaron. Ahí me di cuenta de que la trampa funcionaba. También me di cuenta de que todos llevamos guardada dentro de nosotros una bestia y que en determinados
momentos la podemos usar. El problema es cuando la bestia sale sola, como en la
película, y no la podemos dominar. También se me ocurrió que vivimos en un
carnaval en el que todos somos mascaritas, ocultamos nuestra cara verdadera, la
que usamos de entrecasa o cuando estamos por quedarnos dormidos. Todos vivimos
simulando. No digo que la cara de entrecasa sea siempre la de la bestia; a
veces es la de un ángel porque nos sentimos pacíficos, tranquilos, cariñosos,
sin ganas de pelear. Yo, Negra, cuando vos estás en casa me siento cariñoso.
Estoy lleno de mansedumbre, de dulzura, como esos perros que mueven la cola al
ver a sus dueños. Porque vos sos mi dueña, Edelmira. Quizá nunca te lo dije
porque no soy de andar haciendo alharaca. Me da vergüenza, pudor, estar
diciéndotelo. No tengo siempre esas palabras dulces, como golosinas, que tiene
siempre para decirte tu patrona, Elena, que muchas veces se las escuché, y
también a vos devolvérselas. También, si se habrán cambiado lindezas y otras fiestas
con tu amiga de La Paz ,
con Malena. Yo comprendo que el viejo López la tenía mal, la trataba como la
mierda, pero ella no se quedó atrás tampoco. No digo que sea una atorranta como
otras, porque es una mujer bastante fina y culta, es la hija de nada menos que
Jorge Monsivais, un señor en La
Paz y en cualquier lado, pero, no se quedó atrás. Yo me doy
cuenta Edelmira que vos no necesitás usar un lenguaje tan acaramelado conmigo
como con ellas, porque nosotros nos conocemos desde que somos gurises, sabemos
de dónde venimos y todo acerca de nuestras familias, porque, además, vos
siempre me has respetado y yo a vos, pero, a veces me gustaría ser alguien
importante para vos ¿Qué se yo? Un tipo de guita, alguien que hubiera
estudiado, un profesional, porque si ese fuera el caso vos me considerarías
más, estarías orgullosa de mí. Quizá dirías:” ahí está mi marido que es médico,
o abogado, o ingeniero, o dueño de esa tienda, ve”. O,” no, yo no trabajo, mi
marido no me deja faltar nada”. Incluso, Negra, podríamos adoptar algún gurí o
gurisa, vivir en La Paz ,
viajar. En fin ¿Qué no se tiene con guita, no? Por eso es que dentro de mi,
infinidad de veces, me siento lobo y algunas veces lo saco afuera”.-
Amilcar Luis Blanco (Ilustración para "El extraño caso del doctor Jeckill y Mister Hyde" por Mauro Cascioli)
¡Bien!
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