lunes, 29 de octubre de 2012

LO QUE TENIA QUE DECIRTE






























-Sí, sí, sí. Ella y yo éramos muy distintos, somos muy distintos. Ella llega más lentamente, necesita una construcción. Jamás toma el camino de la espontaneidad, nunca sigue un impulso. Bueno, eso era lo que yo me decía, pero ya verás que no fue así. Yo me decía que ¡caramba! parece que no tuviera impulsos, que todo necesitara para ella de un diseño previo ...
- En cambio yo ...
-En cambio vos , yo me había parado enojado, estábamos en la disco, intenté alejarme hacia la barra y ahí fue, había dado dos, tres pasos y vos viniste hacia mí agitando tus pechos ...
- Agitando mis tetas, sí, te había visto, quería devorarte, te comía con los ojos. Para mí eras un cable de alta tensión...
- Sí, sí, te acercaste y bailando así, moviéndote, me dijiste: - ¡Hola, hola!
- Sí, hola te dije y hola me dijiste también vos ...
- Y seguiste bailando, moviéndote, balanceándote, agitándome los pechos, los dos para mí y mirándome
- Sí, mirándote y queriendo restregarte las tetas contra ese torso, quería rozarte..
- Y lo hiciste, me rozaste y también, mientras te agachabas bailando tus rodillas tocaron las mías y me excité ...
- Yo también me excité, la boca se me llenó de una saliva demasiado líquida y los ojos se me habrán nublado...
- En tu mirada había una fijeza turbia y fue ahí que se me ocurrió lo del coche
- Te acercaste a mi oreja y me lo dijiste y tuviste que gritarme porque yo no podía más de lo excitada que estaba, me había vuelto sorda, mirá como estaría.
- Sí, y fuimos a mi coche, serpenteando entre las demás parejas que se movían, entre el humo y el bochinche de la disco
- Sí, me dijiste que los asientos eran reclinables, yo no entendí enseguida la palabra reclinables, pero después la vi, vi la palabra como una cama de dos plazas y me pregunté en qué lugar habrías estacionado, me ilusioné que sería en la sombra entre los árboles...
- Sí, y ahí lo había estacionado y pensé que Dios me asistía...
- Nos asistía...
- Sí, sí, sí, nos asistía y antes de que entráramos al coche, vos estabas loquita, te habías descalzado...
- Sí, sí, las sandalias colgaban de mis dedos, de los dedos de mi mano derecha, sentía la concha mojada y había sentido también la dureza de tu pija entre mis piernas porque hubo un momento de Sinatra, no se si lo recordás...
- Sí, sí, lo recuerdo porque fue ahí entre tu mirada turbia y lo que te dije al oído cuando nos abrazamos...
- Sí, ahí nos abrazamos y pensé que me derretiría, mi vagina despedía un líquido quemante y se había vuelto hasta olorosa, la oliste?
- No, no, no lo recuerdo, pero sí que se me había parado el pito, lo tenía duro y ...
- Y enorme, enorme...
- Bueno, bueno, fuimos al coche, vos con las sandalias colgando y yo abrí una puerta y comencé a girar la rueda del asiento delantero para tirarlo hacia atrás y vos te me tiraste encima y seguí con el otro...
- Y entramos, entramos y cogimos salvajemente...
- Salvajemente, sí,  y cuando te tomé por atrás agarré tu pelo y estaba tan alterado que lo llevé a mi nariz y olí tu perfume...
- Lo recuerdo perfectamente, me dí vuelta y nos besamos en la boca por primera vez...
- Sí, por primera vez, sentí tu lengua y un sabor suave, delicado, una especie de terciopelo más tenue que el terciopelo...
- Yo sentí tus porosidades blandas, el filo de tu bigote me pinchó y era como si me estuvieras inyectando, inoculando, una electricidad ligera pero potente que me erizó toda la piel y me provocó una sensación de súbita movida intestinal, pero a medida que me empastaste la boca con tu lengua se fue diluyendo, como una tormenta interior que se disipa, pero...
- Pero en ese momento me acordé de mi esposa, de Leticia, la había dejado sola, sentada a la mesa, en un rincón de la disco y me dio pena...
- Lástima, pena, penita. Y te precipitaste como un zanguangó luego del primer orgasmo que tuvimos juntos y me dejaste en el coche y desapareciste y yo no supe qué hacer porque recién te había conocido y no sabía todavía nada de vos. No sabía que eras casado y que habías ido a la disco con tu mujer y que la habías dejado sentada, sola, en medio de la disco...
- Ella, como siempre, como tantas otras veces, no quería bailar, estaba aburrida, quería irse a casa, eso era lo que me había dicho y me había venido diciendo. Por eso, cuando volví a buscarla impulsivamente y te dejé esperándome en el coche sin decirte nada y la vi a ella trenzada en una rumba, danzando como una hurí, como una mujer de serrallo...
- Después me dirás qué es una hurí, una mujer de serrallo...
- Te lo digo ahora, como una puta, una verdadera puta, con un negro que hasta le cacheteaba las nalgas. Cuando la vi así, tan ágil con el negro, tan dispuesta, fue como si un velo se corriera de mis ojos...
- Por eso volviste corriendo al coche...
- Por eso volví, por eso, y por eso seguiré con vos...
- ¿Eso era lo que tenías que decirme?
- Sí, sí, era eso. 

Amilcar Luis Blanco ("Enamorados" oleo del pintor colombiano Franklin Ramos)