22
- Le voy a decir algo, amigo Daniel, y no lo tome a mal, usted sabe lo que
yo lo estimo
-
Diga Comisario.
-
Las mujeres son como esa canción que canta Sinatra
-
¿Cuál?
-
La que dice, “Lady is a tramp”, o sea la mujer es una trampa en sí misma. El centro de la trampa es
el agujero, la vagina. Ellas la tienen para atrapar incautos y los incautos
somos nosotros, vea que simple ¿Quiere que le diga cómo funciona?
-
¿Cómo funciona?
-
La mina deja que usted se la coja, una vez que lo hizo usted perdió. Lo que
ella en realidad quiere es atraparlo, que usted se case con ella, se junte o la
mantenga.
-
¿Siempre, según usted?
-
Mire, hay excepciones. Son aquéllas mujeres que son como nosotros, como los
hombres, si se acuestan con uno es porque les gusta la pierna, como se dice. Es
decir, cuando nosotros nos acostamos con una mina lo hacemos porque nos gusta
el cuerpo, el olor, las piernas, qué se yo, la parte física. La mujer que se
acuesta con el hombre por la misma razón es la única sincera y confiable.
-
Las putas.
-
No, usted está equivocado, esas no son putas, putas son las que están llenas de
melindres, tan putas como las que cobran tarifas. La mina de ley le va de
frente, cuando se cansó de usted se lo dice o por ahí no se anima pero se va
con el otro. Es decir, no se usa a sí misma como una trampa para obtener alguna
ventaja material. Es como nosotros ¿O a usted, hombre, se le ocurriría
acostarse con una mujer para que le regale cien vacas o cien toneladas de grano
o un automóvil? No, no es cierto, usted, como yo, cuando nos cojemos una mujer
lo hacemos por gusto, por puro placer, no mezclamos el negocio con el placer.
-
Sí, es cierto.
-
Por eso, cuando usted me contaba de su experiencia con esa mujer que era
escultora y que lo largó por otro tipo, yo pensaba “ve, esa es una mina digna,
una mujer hecha y derecha”, como tiene que ser. No le anda con trampas, con
melindres, no usa la vagina para que usted se case con ella o la mantenga, ¿o
no?
-
Y sí, en ese sentido, Malva era y es una mujer independiente.
-
Ve, eso es lo lindo de la vida, encontrarse con una mina de ley.
-
Mire Comisario, Malva es tan independiente que si le gusta un tipo se va con él
y hasta le diría, si le gusta una mina también.
-
Qué, ¿es torta?
-
No que yo sepa, pero, no me extrañaría.
-
Y está bien, Daniel, está bien, que haga de su culo un pito. Yo lo que mas
respeto es la sinceridad. Pero, para ese tipo de mujer hay que estar preparado,
hay que ser muy hombre.
-
¿A qué se refiere?
-
A que usted, Daniel, o cualquiera que ande con una mujer así, debe
acostumbrarse a verla y tratarla como a un igual, como a otro hombre ¿No se si
me explico?
-
Usted lo que quiere decir es que hay que tratarlas como a un amigo.
-
¡Exactamente! Pero como a un amigo. Uno a los amigos les comprende las
agachadas, vio, cuando se pasan o se zarpan, como se dice, además les pone la
oreja, los escucha, aunque a veces se harte de escuchar pelotudeces, pero, es
así, es un amigo. Entre los amigos se valora la lealtad que no es exactamente
lo mismo que la fidelidad, la “fidelitas maritalis”. La lealtad es aceptar en el otro lo que no
nos gusta. Significa no fallarle, bancar al otro, no abandonarlo en la mala, en
la desgracia, comprender incluso que nos falle ¿Sabe, o se ha preguntado alguna
vez, por qué razón uno no le tolera la infidelidad a la mayoría de las mujeres?
-
¿Por qué?
-
Porque la mayoría son vulgares y fingen o mienten la mayoría del tiempo,
entonces, cuando la comedia se les cae, por ejemplo se derrumba el telón y se
les ve la trastienda, es decir, la vez que aflojan y cagan al pelado que las
mantiene con un joven pintón que no pueden resistir, entonces lo que el hombre
les reprocha es todo ese fingimiento, toda esa mentira, toda esa comedia que
han representado por tanto tiempo tan minuciosamente.- En cambio cuando una
persona se muestra tal cual es la mayor parte del tiempo, cuando no finge y
tiene un traspié, uno la comprende, sea hombre o mujer.
-
Mire, esto es verdad también. El ejemplo es un amigo, chacarero como yo, no
podía negar lo putañero que era y andaba relojeando siempre las colas, las
piernas de las chinitas ¡Era tan evidente! Pero su mujer lo quería y lo
toleraba…
-
¡Claro! Los hombres rara vez ocultamos cómo somos.
-
Pero éste que yo le cuento era un desesperado por el sexo.
-
¡Ah, sí, no diga!
-
Mire que una vez, pero mire que asqueroso, se cogió una oveja, la tenía
guardada en el galpón, bien limpita y la iba a visitar cuando sabía que
estarían solos y le daba y le daba
-
¡Já, Já, Já! No me haga reír. Ese sí que no era interesado, era bien hombre
¡Já, Já, Já!
Amilcar Luis Blanco ( Obra de George Grosz.- Pintura de Otto Dix.- La bailarina Anita Berber', obra de Otto Dix de 1925, respectívamente)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Cualquier comentario es bienvenido pero me reservo el derecho de suprimir los que me parezcan mal intencionados o de mal gusto.