martes, 16 de septiembre de 2014

CAPITULO VIGÉSIMO PRIMERO DE "LAS WALKYRIAS"



Mónica Garcés. La amistad

                                                                    21

                                                          - Pase, querida, adelante – exhortó Arquímedes Portobello. Dobló las páginas del diario que leía y se quitó los anteojos. Los depositó sobre la mesa y fijó sus ojos grises en Malena. La luz del ventanal le daba de lleno y los ojos claros de ella, su pelo rubio, lacio y largo, le conferían el aspecto de un ángel. Comparecía por primera vez ante el dueño de “Las Walkyrias” que la había mandado llamar. “Te va a tomar el examen, como a todas”, le había adelantado Sonia, “te va a semblantear y te hablará de sus locuras. Mantenete seria”.-
- Usted es la nueva. La quiero, antes que nada, saludar y, si puedo, enterarme por su boca de cómo se considera usted, jovencita, es decir ¿Qué piensa usted de usted misma?
- ¿Qué quiere saber?
- Me doy cuenta de que usted es impetuosa, franca, casi transparente ¿Quisiera saber, por ejemplo, si es creyente, si cree en Dios?
- Bueno, no estoy muy segura. Quizá en momentos de máxima debilidad, cuando me siento muy vulnerable, le pido a Dios que me ayude. En otros momentos casi no me acuerdo de él.
- Es comprensible, usted siente y actúa como casi todo el mundo.
- Sí, me considero bastante normal.
- ¿Cree usted en la vida eterna?
- Acláreme un poco.
- Me refiero a la eternidad del alma ¿Cree usted que estamos compuestos de un cuerpo y un alma y que cada uno tiene vida independiente?
- No
- ¿Por qué?
- Porque si se mueren células de su cerebro usted pierde capacidades y funciones, o sea, alma.
- ¡Ah, ya veo! Usted piensa como pensaba yo…
- ¿Pensaba?
- Sí, pensaba, antes. Ahora, pienso diferente.
- ¡Qué interesante! ¿Y qué es lo que piensa ahora y por qué?
- Le explico. Estas máquinas – señaló la pantalla, el teclado y el mouse de una computadora sobre la tabla de su escritorio y un cepeu cerca de su pie – me han hecho cambiar de idea. Me han hecho pensar que las secuencias electromagnéticas que forman software o programas son las mismas que habitan nuestro cerebro y que pueden migrar de la materia que lo compone, que vendría a ser nuestro hardware. Me han llevado a pensar que cuando soñamos, mientras lo hacemos, estando dormidos, sin utilizar nuestras facultades sensorias y motrices, estos programas electromagnéticos conforman realidades, percepciones y vivencias. También y por lo tanto que son estas cifras electromagnéticas las que conforman el alma y que, cuando morimos, sólo mueren nuestros cuerpos, es decir, el compuesto orgánico que somos…
- ¿Y el alma, qué pasaría entonces con esa cifra electromagnética después de la muerte?
- Pues bien, señorita, estoy firmemente convencido que migra, viaja, vuela, se desplaza, se va y sigue componiendo variaciones a partir de la vida que tuvo.
- ¡Qué interesante, señor, qué interesante y qué estimulante!
- Sí, fíjese que sí, porque podemos acceder a la eternidad ya que el olvido y el recuerdo se alternan en la memoria y permiten la ilusión.
- Entonces la vida esencial sería ilusión y lo ilusorio sería eterno.
- Sí, sí, creo que es así, creo incluso que la fe es ilusión en estado puro.
- Muy bien, pero usted se habrá dado cuenta de que, en términos de conocimiento, de verdadera filosofía, esto no aclara nada.
- ¡Ah, señorita, bella muchacha! Usted me hace recordar los versos del poeta Jorge Guillén: “…hacia una luz mis penas se consumen”
- Sí, señor, un saber, una luz, una certeza que nos ilumine, por favor! Me atrevería a exclamar con énfasis – concluyó Malena.
El señor Arquímedes Portobello, porfiado y temible proxeneta, era también un sensible poeta y un aficionado a la filosofía. La mirada de sus ojos grises se había encendido sobre el rostro de Malena y también su sonrisa. Era evidente su complacencia con aquélla nueva pupila.
- ¡Bravo, querida, bravo! Me gusta usted. Le diré algo más, no es un consejo, sino, casi, una exigencia, una orden para una persona inteligente e iluminada como usted: viva con intensidad, busque el placer y lo encontrará, disfrútelo, cuánto más y mejor lo haga, más y mejor se enriquecerá su alma, su software, con las experiencias de su vida y mas interesante será su eternidad.
Se paró después de decirle esto y la acompañó un poco ceremoniosamente, afectando una pose caballeresca, hasta la puerta de su estudio.
- Cuándo necesite leer, el libro que sea, me lo pide. Si no está aquí se lo consigo. Usted es una bella mente, además, por supuesto, de un maravilloso cuerpo, de un hermosísimo rostro.-
- ¡Gracias, gracias! – devolvió Malena sonriéndole.-
Cuando se vió fuera de la habitación suspiró aliviada.

Amilcar Luis Blanco (Pintura de Mónica Garcés)


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