domingo, 21 de septiembre de 2014

CAPÍTULO VIGÉSIMO CUARTO DE "LAS WALKYRIAS"



                                                                     24

                                                    “Anoche, cuando regresaste de lo de Elena, estabas contenta, radiante, como si hubieras recuperado las ganas de vivir. Ya no eras la misma que había estado en La Paz. Había desaparecido tu cara de culo. Eso prueba lo que digo, Negra, a vos te interesa mas estar con Elena que conmigo, que con ninguna otra persona en el mundo ¿Cómo no me voy a poner celoso? Vos me dirás o me preguntarás si nunca te fui infiel, si nunca me tenté con otra mina y no te voy a decir que no, pero, eso sí, lo que nunca hice fue mentirle a nadie. Porque calculá vos que para salir, por lo menos acá en Buenos Aires, con otra mina tenés que tener guita. La tenés que invitar, pagarle el telo por lo menos y si me dijeran: pero, boludo, podes ir a la casa, te contestaría que sí siempre que no le tuviera que hacer el verso, porque eso sí que no me gusta. Por eso, Edelmira, ser pobre es como ser viejo, o feo, tenés todo limitado con relación a las mujeres, a no ser que sean ellas las que, por casualidad o porque les caíste en gracia te inviten, pero eso pasa cada muerte de obispo en la vida de un cristiano. Pero sí, tuve una muerte de obispo y fue el verano pasado, la única vez en nuestra vida de casados que te fui infiel. Ese verano en el que vos saliste con Malena esa tarde y llegaste a cualquier hora. Bueno, una tarde de aquéllas, me encontré con Candela ¿Te acordás de Candela? Ella fue compañera nuestra en el primario. “Voy a la talabartería de Oroná” – me dijo- “¿Me querés acompañar? – Preguntó – “Sí, te acompaño” – le dije. Y no va que cuando damos la vuelta a la manzana de lo del viejo Oroná me agarró al voleo, del cuello, y me estampó un chupón la loca. Después me dijo que tenía un rancho y fuimos. Nos acostamos en un colchón grande de dos plazas que tenían ahí para escardarle la lana. Olía a humo, a rancho, pero no me importó La cuestión que nos echamos un buen polvo con la Candela ¿Qué querés? No es que esté chocho por haberte engañado pero es un poco el resultado de tu indiferencia ¿Qué tendrá la Elena que no tenga yo? ¿La guita, que te regaló una bicicleta? Pero puede ser que una bicicleta te guste tanto, Negra. No, lo que sigo pensando siempre es que vos te aburrís mucho conmigo. Vos necesitas fiesta, conga, a vos los ojos se te ponen en un baile cuando sabés que la señora te va a dejar ver el cable o te invita al cine o al teatro. Ya te invitó algunas veces, cosa que yo jamás podría hacer ¿Cómo voy a salir yo con otras minas, a menos que sean como Candela que prácticamente me agarró ella a mí? No, sacátelo de la cabeza”.-


 Amilcar Luis Blanco

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