sábado, 15 de noviembre de 2014

CAPÍTULO QUINCUAGÉSIMO TERCERO DE "LAS WALKYRIAS"


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                                              Hoy fui a buscar el revolver de papá, el que traje de La Paz ¿Te acordás? Como te decía, lo fui a buscar a la armería. Lo arreglaron, lo dejaron flamante, es un Colt 45, como los de las películas de cowboys. Con él sabía ir a cazar mi viejo con el tuyo, cuando se escapaban ¿Te acordás, no? Bueno, es como la posibilidad de un cambio pensar en salir a cazar. Hacer algo diferente. No matar por matar, porque para matar, siempre digo, hay que tener una razón. No se mata porque sí. Asesino es el que mata por deporte, por distraerse, porque está aburrido. El que mata por despecho, los crímenes pasionales como dicen, ésos son tipos cuerdos que les rompieron tanto las pelotas que se hincharon, reventaron y listo, dijeron ¡Ah, así que me quieren joder! Bueno, ahora yo los voy a joder a ellos. Hay mucho revanchismo, Edelmira, en la gente hay mucha envidia y rivalidad. La gente se pelea, compiten, como si la vida fuera una cancha de fútbol, un espectáculo deportivo. Muchos piensan que son invulnerables, que siempre van a ganar. Son los mismos que manejan, hacen picadas de noche y terminan estrellados. Me acuerdo una noche que tuve que hacer una guardia para reemplazar a un compañero, fuera de mi horario habitual. Me acuerdo que cuando volvía caminé hasta Libertador por Salguero y vi cuando sacaban al que se había estrellado. Me flasheó, el loco había perdido el brazo y la mano limpitos y la mano todavía apretaba la palanca de cambios, parecía la extremidad de un muñeco o de un maniquí Me acuerdo que me quedé pensando, esa noche vos dormías y ni siquiera te dije buenas noches. Yo te digo igual buenas noches y te doy un beso aunque te encuentre dormida porque vos para mí aunque no me hablaras nunca más seguirías siendo lo que sos, lo más grande, mi amor. Nunca puedo saber bien por qué te quiero tanto, para mí es un misterio total. Es como si en vos, en tu cuerpo, en tu cara, en tu pelo, en tu manera de caminar o de mirar o de hablar estuviera la razón de mi vida. Con decirte que una vez que salí muy temprano del hospital y calculé que vos estarías todavía en lo de los Marchanta fui a verte y no me animé a entrar porque pensé que quizá te jodía. Entonces me quedé esperando, esperé tres horas hasta que por fin saliste y te extrañaste de verme y cuando te conté me retaste, me dijiste, “siempre tan tímido vos, hubieras pasado, te habría servido un café, conversabas un poco con Elena que está tan mal, tan callada y deprimida después del accidente de sus padres”. Sí, eso fue después que el micro en el que ellos viajaban chocó de frente con un camión. La verdad que aquélla vez fue como si todos estuviéramos de luto. En fin, Edelmira, sos la razón de mi vida. A veces me da miedo, cuando pienso qué haría si vos te murieras o me dejaras, lo cual para mí sería lo mismo y me da miedo porque siento como si perdiera todo el aire, todo el tiempo que puede caber delante de mí, es decir, el futuro, pienso que si vos me dejaras o te fueras o te murieras para mi no habría porvenir, no habría futuro, se me acabaría el tiempo. Así que para seguir viviendo te necesito ¡Esto es lo embromado, lo que verdaderamente me da miedo”.



Amílcar Luis Blanco ("El funeral de Atala", pintura de Anne Louise Girodet de Roussy Trioson)

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