domingo, 1 de septiembre de 2013

EL CORAZÓN DE LA VIGILIA




                               Estaban en una Corte de Justicia, la Corte Suprema de los Estados Unidos de América. Todos tenían puestas sus togas negras. Se habían parado detrás de sus asientos de respaldos altos en la alta sala y un ujier o secretario había proclamado con voz solemne que la corte entraba en sesión y que quienes tuvieran reclamos para hacer los hicieran, o algo así. Estaban frente a la pantalla del televisor de cincuenta y dos pulgadas que era como un cine. Estaban sentados, Mara y él. Él había dejado su whisky sobre la mesa transparente. Se había acomodado para contemplar más cómodamente, la redundancia valía, la película. Un abogado joven personificado por Andy García había ingresado como nuevo juez al  supremo tribunal federal para reemplazar a otro y decidir el veredicto final sobre un caso de aborto en el que el Estado de Alabama había condenado a la mujer que abortó por homicidio premeditado. Los abogados de la mujer habían demandado al Estado de Alabama. El pronunciamiento abarcaría y decidiría varias cuestiones. Ernesto trataba de concentrarse cada vez más en los diálogos pero el alcohol y el trasiego del día, lo que había cenado, todo, se precipitaba sobre sus párpados, los ojos se le cerraban y aunque Mara a su lado no pudiera verlo, detrás de sus anteojos, él caía y caía en el sopor. Se desconectaba, caminaba sobre una playa de canto rodado manchada por la sombra y una luz ferruginosa. Sus pies se hundían en los pulidos cantos produciéndole una sensación de suave masajeo que lo metía aún más en lo placentero de su ensoñación.
                             A ratos conseguía abrir brevemente los ojos y contemplar a los togados que conversaban entre ellos pero enseguida, nuevamente, caía en el invencible sopor. Su cuerpo vagaba por esa playa de sombras y era el de un pescador ebrio, muy pobremente cubierto con ropas gastadas y la conciencia de tener que llegar a una mísera casucha, tras los médanos, seguramente su hogar. Cuando iba a trasponer la última colina de arena sintió que su cuerpo se elevaba y también que las notas de una campana sostenían su vuelo. Pero un martilleo que comenzó a sonar cada vez con más intensidad y provenía, en la película, del viejo que presidía el tribunal volvió a despertarlo y ponerlo en la contemplación absorta de los togados. El más joven de ellos detrás del púlpito comenzaba a hablar acerca de la vida. Era el personaje interpretado por Andy García, de grave voz y concentrada fisonomía. Trató de entender las palabras y las frases pero sintió que se extraviaba e internaba en los significados sin poder relacionarlos. En realidad no importaba, cada palabra tenía su propio ámbito, su valor y la potencia evocadora suficiente como para volverlo a ese suelo sobre el que había volado y ahora descendía. Ingresaba ya en la cabaña, mucho más allá de los médanos, en el centro de un bosque y su hijo lo esperaba. Era Andy García y lo esperaba  cómodamente sentado en un espacioso living, le decía:
- ¿Estas listo?
- Sí, sí, lo estoy.- De pronto se sentía fuerte, sólido, bien plantado y hasta aguerrido.
- He sabido, vos no lo ignorás, que de la primera aventura erótica de mamá con vos, un hermano o hermana mía quedó en proyecto, o sea que permitiste que abortara.
Él sentía que una espada lo había tocado y la estocada había sido fuerte. La frase de su hijo había llegado a su costado como una punta y filo de acero cortante, así que cayó herido. Varias voces a su alrededor, muchas caras, muchas manos, se le plantaron sobre el cuerpo y entre todos lo llevaron en andas. Escuchó a su hijo diciendo: "Llévenlo al hospital, esto es sólo un juicio ..." Las voces, las manos, se perdieron y él se despertó y sus ojos volvieron a la pantalla y sus oídos al audio pero ya sin entender lo que veía y escuchaba porque los sollozos lo sacudían y una montaña de pena transparente e intensa caía sobre el corazón de su vigilia.

Amilcar Luis Blanco  ("La familia" por Egon Schielle)


3 comentarios:

  1. Gracias a vos María por haber devuelto la visita, un saludo

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  2. que maravilla
    me fui comiendo tus letras una por una hasta llegar a la cuspide de un orgasmico final que no pensaba que tu historia iba a tener

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