miércoles, 11 de septiembre de 2013

Filosofía del alcohol




"Creer es entregarte, no le creas nada a nadie" - me decía la abuela cuando ya estaba pasada. Al rato decía lo contrario: "Nena, no podés vivir sin creer en alguien o en algo". Enseguida ponía la botella, ya sin ginebra, sobre la mesada de loza carcomida color cáscara de naranja y el Toby, el perro que teníamos, le olfateaba la mano que ella dejaba colgando y después se la lamía para que se despertara un poco y lo viera y nos viera. Éramos muy pendejos y estábamos todos desparramados por la cocina. Mi hermana con la sartén cocinaba, nos freía huevos batidos con un pedazo de queso en el medio, omelettes. Mi hermano Juan ponía la mesa, desparramaba los cubiertos y los platos sobre el hule verde, iluminado por la bombita opaca y sucia que daba una luz amarillenta. Federico, mi hermano más grande, sentado en la cabecera, se rompía los ojos tratando de leer el diario antes de irse a trabajar de sereno. Comíamos pan que me regalaban en la panadería de lo que sobraba. Todos nos quedábamos con hambre pero mi hermano Federico más. La abuela estaba siempre muy borracha y no comía casi nada. Cuando nos quejábamos de la poca comida, a veces no había huevos ni queso y hervíamos fideos que pedíamos por la vecindad y lo sazonábamos con un poco de aceite, mi abuela nos decía que tener hambre era sano y que la gente que comía mucho se moría joven.
La noche que salí con Bruno, un amigo de Federico que siempre me elogiaba las piernas y me preguntaba si las podía tocar, la noche que salí con él con la idea de dejárselas tocar porque al fin me había enamorado de sus ojos verdes y me hice la ilusión de que nos casáramos y nos fuéramos a vivir juntos, me llevó a un albergue transitorio y lo hice al amor por primera vez. Si dijera que no sentí nada mentiría. Bruno se portó tierno y considerado conmigo. Me besó con suavidad y después que terminamos de hacerlo, al amor, me recosté en su pecho y él me acarició el pelo y estuvimos así bastante tiempo. Sentí felicidad, sentí que le importaba, que querría verlo de nuevo al día siguiente y al otro y al otro y al otro.
La verdad, terminamos viviendo juntos en una casilla que era de un tío de él que estaba preso. Él trabajaba con Federico de sereno en el supermercado. Eran ellos dos solos. Quedé embarazada al poco tiempo de estar con Bruno. Me di cuenta porque empecé a sentir mareos y a vomitar todo lo que comía, nada me quedaba en el estómago. La que me dijo que eso era un síntoma fue mi abuela. Iba recién por su primer trago. Me dijo:
- Nena, querida, ¿no te das cuenta?
- De qué abuela
- De que estás embarazada
El mundo se me ennegreció un poco. De nuevo un vahído, un vacío, se me acomodó en la panza, adentro la cabeza se me puso en blanco y me desmayé. Mi abuela, que todavía no estaba borracha, me ayudó a sentarme. No me había golpeado porque había caído en su falda.
Cuando se lo conté a Bruno me miró fijamente, como atontado.
- ¿En serio? - me preguntó
No le contesté, lo miré a los ojos, le sonreí y él salió de su expresión de tonto y me sonrió también. Entonces supe que él se había alegrado con la noticia y me tranquilicé. Sí, porque desde el desmayo y la conversación con la abuela hasta ese momento  había sentido mucho miedo.
Mi hermana Mariana, la mayor, la que nos freía los huevos con el queso, me enseñó a cocinar algunas comidas y me trajo una revista con un artículo con fotografías titulado "Todo sobre el bebé". Cuando quedé embarazada tenía catorce y el año anterior había terminado el séptimo grado y Mariana me había ayudado mucho. Nosotros la teníamos a ella y a Federico y después a la abuela, pero la abuela era como una pendeja más que había que cuidar.
A la clínica fui con ella porque Bruno dormía durante el día. Nos atendió una enfermera gorda y una doctora flaca y nariguda. Era la ginecóloga de la salita. Me quité la bombacha y me hizo sentar en una camilla con las piernas muy abiertas, las rodillas bien separadas, me dijo, le obedecí y vi que se ponía unos guantes. Muy suavemente metió dos dedos dentro de mi vagina:
- ¿Cuánto hace que no te viene el período, querida?
- Tres meses
- Bueno, tenés un embarazo de dos semanas, ¿tus padres?
- Son fallecidos
- ¿Tu novio?
- Sí, vivo con él, en pareja vio?
- Sí, sí, vi y toqué. Bueno, nena, ya está, parate y vestite.
Eso fue todo o casi todo. La doctora estuvo después dándonos recomendaciones a mi hermana Mariana y a mí.
Regresamos a la casilla. Sobre la mesa había una botella de ginebra que Federico había comprado para la abuela.
- Vas a ser mamá, festejemos- dijo de pronto Mariana. Me sonreía y los ojos le brillaban
- Bueno, claro que sí - dije. Me sentía muy animada.-
Total que empezamos a tomar. A la madrugada cuando Bruno llegó nos encontró desnudas y borrachas, revolcándonos. Estuvo serio durante muchos días y aunque le expliqué y le repetí lo que había pasado y le pedí que me perdonara no se volvió atrás. Finalmente me pelié del todo con él y estoy de vuelta con la abuela, Mariana,  Federico, mis demás hermanos y el Toby, pero con la panza. Estoy muy triste y lo único que he podido hacer por ahora es escribirlo para empezar a curarme esta tristeza. Me lo pidió usted, la psicoterapeuta de la salita, y me recomendó que pusiera todo. Bueno, aquí está y se lo voy a llevar hoy mismo que me toca, que ahora que empecé a cocinar para afuera con Mariana puedo pagar el bono y la voy a ver una vez a la semana. Espero que esté bien así, doctora, o licenciada, no se bien cómo llamarla, disculpe.

Amílcar Luis Blanco (Obra plástica de Egon Schielle) 

2 comentarios:

  1. La historia conmueve, y asiento con la cabeza al leer, son tantas cosas que…
    Hay vidas difíciles y etapas duras, pero más de una vez las cosas se resuelven solas, mientras lloramos sin hacer nada. Me ha gustado leer y releer tu relato. Un abrazo amigo.

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