viernes, 13 de diciembre de 2019

El amor, ese tirano (Carta a la mujer amada, fragmento)





Botticelli culturainquieta


Hay días en los que mi soledad esta llena de mi presencia y la disfruto. Hoy por ejemplo. Espero que estés igual, que te ocurra lo mismo. aunque sea una experiencia muy narcisista, porque no siempre pasan días en los que la sensación o el sentimiento de amor por uno mismo suele cruzarse con la sensación (¿Sentimiento?) del absurdo. Uno sabe o intuye que  está al borde, caminando por la cornisa de alguna altísima montaña interior hecha de tiempos propios y entre otras montañas de tiempos de otros, tan mortales como nosotros, y que también está evitando los abismos de la depresión, la tristeza ilevantable, la angustia, el desasosiego, el miedo de los períodos de sombra y oscuridad absoluta. Una franja de sol, una tajada de brisa adentro de un paréntesis de luz que no deslumbra ni quema, no encandila ni fastidia y en todo caso permite ver, contemplar, asistir a todo como mudo testigo.
Viene a la memoria la letra de un carnavalito: "Hoy estoy aquí, mañana me voy, pasado mañana, dónde me encontraré..."
Así  es, querida amiga, te escribo desde el tiempo y desde este viaje en el que nos estamos yendo juntos y agitando las campanitas en nuestras memorias. Vos, aparentemente detenida en la escuelita de Tilcara, y yo aparentemente cumpliendo ahora mi labor de corresponsal periodístico en Ushuaia.
Ya a esta edad, al cabo de tanto tiempo, tengo la certeza de haberme enamorado una vez más. Y, aunque hoy, extrañamente, me baste a mí mismo y el extrañarte, el echarte de menos, no se me haga intolerable, estás en mí, te atravieso, me muevo imbuido de tu imagen, la visión de tu rostro abierto y claro, de tu sonrisa iluminadora, tus arrugas, tus hoyuelos, me acompaña y no me deja. "Estás clavada en mí, te siento en el latir abrasador de mi sueño y ardiente y pasional te quiero mucho más cuando estás lejos de mí..." Y el tango Pasional sigue cantando dentro de mí y vos sos ese tango.
Y mucho más está tu cuerpo, tus piernas, tus muslos y nuestros besos repartiéndose entre los dos por nuestros cuerpos, ese nuevo territorio compartido en el que nos hemos convertido, transubstanciado, como si nuestra común materialidad se hubiese transformado en una sola substancia de espíritu, como en el milagro eucarístico de la religión cristiana.
Pero ¿Qué podemos hacer con este amor tan necesitado de nosotros y del que ahora nos ausentamos? El amor, ese tirano, del que han surgido tantas novelas y telenovelas. El amor romántico de siempre, nuevo y viejo, inspirador de tanta y tanta poesía, de canciones, películas, que ha modificado, moldeado, creado, el total de la vida de nuestra especie en el planeta. Entre hombres y mujeres, entre hombres entre sí y mujeres entre sí. El de Romeo y Julieta, Tristán e Isolda y etcétera, etcétera.
No puedo dejar de pensar en "El libro de los amores ridículos" del gran Milan Kundera o en "Cumbres borrascosas" de Emily Bronte o en "El amor en los tiempos del cólera" de Gabriel García Márquez. Esas y otras muchas lecturas han signado mi vida, mi sentimiento de amor sobre todo.
Acaso el amor romántico sea una colección de lugares comunes y ridículos. Encerronas de la naturaleza en las que nos vemos y sentimos envueltos y de las que no podemos salir aunque querramos.
Acaso entre nosotros, querida, el amor haya sido ese sólo episodio de sexo que nos tomó en la pieza del hotel e hizo que nos arrebatáramos la ropa para sumirnos en la desnudez activa del deseo, un deseo envolvente y abrasador. Acaso la pasión se haya ahora transformado en amor apasionado y el deseo del uno por el otro nos despierte una y otra vez por las noches. Seremos las llamas, las brasas y a la vez el combustible del fuego que creamos. Y entre nosotros el fuego y entre nosotros el agua, el aire y la tierra. Y entre nosotros la pena de separarnos y la alegría de reencontrarnos, los extremos del alma y del cuerpo, de las almas y los cuerpos. El sentirnos universales, históricos, eternos, atravesados por el cosmos mismo en constante expansión.

Amílcar Luis Blanco (Pintura, fragmento de "El nacimiento de Venus", oleo sobre tela de Sandro Boticelli, en el que retrató a Simonetta, su amada)

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