jueves, 2 de marzo de 2017

EL MANUSCRITO





-Usted, doctor, cree que debo contarlo todo.
- Debe hacerlo y debe empezar cuanto antes Pierre.Ni bien llegué a su departamento. Y, en su próxima visita, traerme el escrito.
                                            Sonreí. Hoy es fácil, más que hace años. Una columna transparente se yergue de pronto sobre mi mesada de cristal y sólo debo hablar y contar lo que pasó y lo que otrora fuera un manuscrito se graba diréctamente en el pequeño rollo y mi doctor sólo debe escuchar ¡Cómo ha progresado la cibernética desde entonces!                                
                            Y comienzo entonces. Debíamos buscar el manuscrito. Aunque en realidad no era un manuscrito sino una resma de hojas A4, de computadora, tipeadas por el tío de Federico en el teclado del ordenador durante los últimos años de su soledad de viudo sin hijos anteriores a su deceso. El hombre había vivido desde los veinte años que lo distanciaban de la muerte de su esposa y la venta de su casa matrimonial en una habitación con una ventana a la calle, en una esquina, con entrada independiente y otra puerta que daba al pasillo de la antigua casa chorizo en la que se la alquilaban los integrantes de la familia que fueron sus vecinos y con los que se había hecho querer. Según nos había confiado Federico y por eso lo de "manuscrito", Tito, su tío, le había hecho tantas anotaciones con la birome que las hojas parecían más haber sido escritas a mano que tipeadas en el ordenador.
                                         Nosotros lo habíamos conocido a Tito y habíamos charlado con él momentos interminables. Nos reuníamos en "La Perla" del Once porque ahí Macedonio Fernández había mantenido larguísimas conversaciones con otros circunstantes ilustres como Borges, Fernández Moreno, Bioy, etcétera,cosa que a Tito le complacía  . Íbamos a ir a buscar los originales del manuscrito Ernesto y yo porque Federico estaba poseído por una depresión que - según nos dijo - le hubiera impedido tratar con los vecinos de Tito, siquiera saludarlos. Aunque intentamos disuadirlo y le dijimos que viniera con nosotros, que quizás le haría bien, no logramos convencerlo. Él nos daría la llave y deberíamos ir de noche, a la hora de cenar, según él para no molestar a la familia. Hallaríamos el manuscrito en la mesa de trabajo de su tío, junto a la computadora. Estaba dentro de una carpeta que Tito nos había mostrado a todos varias veces. En las reuniones que teníamos en "La Perla" solía levantarla sobre los pocillos de café o los chops de cerveza, apretándola, como extremo de sus énfasis gesticulantes y de vez en cuando ponía como ejemplos ilustrativos de sus pensamientos pasajes que nos leía de su manuscrito que alguna vez publicaría.
                                        Pero como el ataque cardíaco se lo llevó sin avisarle al otro mundo, como suele suceder, Federico consideraba una deuda moral con su tío publicarlo. Respetamos su decisión. Así que una noche, giramos en el cerrojo la llave que nos había dado e ingresamos a la habitación de Tito y enseguida nos apoderamos de la carpeta. Pero tuvimos que desprendernos de ella y dejarla en algún lugar porque alguien nos intimó desde el pasillo detrás de la otra puerta y a los gritos: " - Ladrones, ladrones. Ya viene la policía" . Nos asustamos tanto que dejamos la carpeta con el manuscrito y salimos corriendo.
                                       Después pasaron los días. Federico seguía con su depresión y Ernesto y yo, que le habíamos contado lo que ocurrió, creímos prudente no volver a mencionarle el asunto hasta que él no lo hiciera. Pasaron meses sin que él regresara al asunto hasta que la dueña de casa que le alquilaba a Tito lo llamó y le dijo que debía entregarle las cosas de su tío. Entre las cosas, obviamente, estaría el manuscrito.
                                         Sin embargo no. Estaban las dos sillas, la cama con almohada y colchón, la mesa de trabajo, la computadora, con su cepeu, su pantalla, el teclado del ordenador, la biblioteca con sus libros, el ropero con la ropa de Tito, sus trajes, dos, camisas, camisetas y hasta calzoncillos lavados y planchados, todo, pero el manuscrito no, el manuscrito brillaba por su ausencia. Ernesto y yo habíamos acompañado a Federico para la ocasión y escuchábamos a la dueña de casa.
- Mire, no sé, fijensé. A lo mejor la nena sabe. 
                                   La nena, Clarita, era una veinteañera de cuerpo atractivo, de esos que llaman "pulposo" pero de rostro inocente y cuando le mencionamos a Tito sus ojos desbordaron de lágrimas sinceras y su boca se contrajo, esbozó un puchero propio de una bebé. Me pareció adivinar o intuír lo que había pasado. Le pregunté a la nena dónde estaba su habitación. Me miró rogándome discreción. Me tomó de la mano, la apretó y sin soltármela me condujo hasta su dormitorio. Una vez desprendido de ese contacto manual que me había encendido un poco me agaché, apoyé las manos sobre el suelo y miré bajo su cama. Allí estaba la carpeta con el manuscrito.
                                  Clarita me miró con unos enormes ojos culpables una vez que me incorporé. 
- Él me había pedido que la guardara. Quiero decir Tito, el tío de su amigo. Me dijo que ni mi familia debía enterarse. Él era mi amigo. Yo iba con el inalámbrico o mi celular a su habitación cuando tenía que hablar con mis clientes. Sé que Tito no les habrá contado, era muy discreto, pero yo había tenido que empezar a trabajar, sabe?
- Y Tito era uno de tus clientes?
- No, Tito era un gran amigo. A él le hubiera hecho todo gratis. Lo que él quisiera - sonrió - entiende?
- Sí, sí, claro ¿Y él, quería?
- Bueno, no, nunca quiso, él me veía como una hija. Me decía, "- Querida, vos estás inmersa en el absurdo. Respeto tu libertad porque sos muy joven, pero, ya comprenderás -". Algunas veces me dejaba leer la carpeta y ahora que él se fue terminé de leerla y me pareció maravillosa, deslumbrante. Pero, no lo distraigo más. Acuérdese o acordate, si te puedo tutear, de que yo trabajo - me guiñó un ojo. -  Te dejo mi número.
No fue una pregunta. Se dirigió hacia un escritorio pequeño y sacó un papelito cuadrangular de color turquesa, fluorescente, y anotó el número y me lo alargó con un destello de abismal picardía en su mirada y su boca. Su habitación, empapelada con tenues dibujos de cigüeñas rosáceas, con osos de peluche y muñecas, parecía el de una niña.
- Llamáme - me dijo y nos despedimos.
                                        Cuando terminamos de bajar hasta el último mueble de su tío en la casa de Federico, lo vimos, nuevamente abatido, sentarse en el sofá de su living, abierto a la noche de verano y, después de ofrecernos un te helado y algo azucarado, pero riquísimo luego de tanta transpiración, nos confesó:
- Muchachos, no tengo un mango.
Lo miramos interrogativamente.
- Ustedes no entienden ¿ Cómo pago la publicación del manuscrito?
Lo respetábamos como amigo y optamos por darle la callada por respuesta.
                                         La tarde siguiente a ese día llamé a Clarita. Usé el whatsapp y la vídeo llamada, alentado por una audacia con cierto morbo que la chica me había inspirado. Yo ya había cumplido cuarenta y ella era una veinteañera apetecible y, aunque se tratara de una trabajadora del sexo y sobre todo por éso, me excitaba la idea de poder echarle un buen polvo.
                                                Y suerte o verdad, la vídeo llamada me mostró en pantalla su cuerpo desnudo y moreno tratando de cubrirse con un toallón blanco y saliendo de la bañera cuando advirtió mi admirativa y libidinosa mirada en el cuadrante de su celular. Enseguida se repuso y sonrió, algo procaz y divertida, profesionalmente, recibiéndome como un nuevo cliente.
- ¡Hola curioso!
- ¡Hola hermosa!
- ¿Me querés ver entera o algo en especial?
- Prefiero en vivo y en directo y que me dejés elegir en la misma forma.
- Dale ¿Te queda bien mañana, tipo veinte, en "La Perla"? Allí se encontraban con Tito, verdad?
- Verdad.
El encuentro, gaseosas por medio, fue casi una cita de novios. Antes de los hechos quise calmar un poco mi curiosidad.
- Bueno,Tito, como te conté, era un amigo de los buenos. Yo podía hablarle a mis clientes desde el inalámbrico o desde mi celular y hacerles exhibiciones. Visitaba a mis clientes a domicilio en general, pero también con la compu de Tito les daba sexo virtual.
- ¡Ah, bueno!
- ¿Te sorprende?
- Un poco
- Gané mucho dinero así y le quería pagar una comisión por esos chats pero nunca aceptó.
De pronto me iluminé y pregunté:
- ¿Trabajaste mucho tiempo así?
- Desde mis dieciocho y tengo veinticinco, o sea siete años.
- Y ahora, cómo hacés? Digo, con lo del sexo virtual.
- Y . . . alquilo. Pero los hijos de puta me llevan casi todo, el sesenta por ciento.
- Tengo una idea ¿Tus padres me alquilarían a mí la habitación de Tito?
- Y sí, por qué no?
- Listo, te propongo seguir con tu negocio. Te presto mi compu y . . 
- ¿A cambio?
- Vos bancás la publicación del manuscrito de Tito.
Clarita sonrió y una lágrima agradecida descendió por su mejilla.
                                     Nunca supe bien de qué trataba el manuscrito pero logramos verlo publicado y en vidrieras y hasta en la feria del libro ¿Qué tal?

La pintura que inicia librosyaguardientes es del pintor argentino Fabián Pérez







Amílcar Luis Blanco (Pinturas de Vladimir Volegov y Fabián Pérez)

3 comentarios:

  1. Hola Amilcar, hacía tiempo que no pasaba por tu blog, he hecho un poco de desidia incluso con mi propio blog. Por lo pronto he leído tú
    "El Manuscrito" Me gustó pues es muy digerible tu forma de relatar, nada rebuscado, además me gusta que dejas leer entre líneas y hay cabida para que el lector o de rienda sulta a la imaginación. Muy bueno. Saludos!!

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  2. Muchas gracias Gricelda por haber leido mi relato y por el comentario. La pereza nos gana muchas veces la voluntad. Tampoco yo he visitado otros blogs en mucho tiempo pero estimulado por tu estímulo, valga la redundancia, ahora lo haré. Saludos!!!

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  3. Muchas gracias Gricelda por haber leido mi relato y por el comentario. La pereza nos gana muchas veces la voluntad. Tampoco yo he visitado otros blogs en mucho tiempo pero estimulado por tu estímulo, valga la redundancia, ahora lo haré. Saludos!!!

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