lunes, 25 de marzo de 2013

Como suelen mirarse los objetos



Gerardo se despierta, gira sobre el colchón, advierte al hacerlo, como cada mañana de lunes a viernes, que Alcira, su mujer, ya ha salido hacia su trabajo. Su mano alcanza la perilla de la radio y la enciende. La marea de las voces entrecortadas por jingles y las músicas grabadas y automatizadas se vierte sobre su canal auditivo. Piensa que debe levantarse pero no tiene ganas. No obstante se sienta sobre la cama, saca sus piernas hacia el costado,  se para y las enfunda dentro del pantalón vaquero que ha dejado ahora de estar sobre el respaldo de la silla para ser ajustado sobre su cintura. Le gusta tener su ropa guardada y ordenada y sólo lo que va a ponerse al día siguiente sobre la silla al lado de su cama. Hace un poco de frío y la camisa que lo aguarda dispuesta también sobre la silla es de mangas cortas. Decide entonces que sacará un sueter del cajón de la cómoda, inmediatamente imagina el color conveniente para ser combinado con el de la camisa. Antes se calza las medias y los zapatos. Por fin se para, va a la cómoda, abre el cajón, extrae el sueter, emboca su cabeza en el amplio escote y emerge enseguida. Ya se siente activado. Ha quebrado la inercia de su pereza. Tendrá que ir al baño, lavarse las manos y la cara, sentarse a evacuar sus contenidos intestinales. Siempre se baña de noche y antes de acostarse prepara la ropa que se pondrá al día siguiente. Alcira lo elogia, valora sus tiempos atildados y exactos, siempre iguales. Él siente que al comportarse de ese modo le da a ella seguridad, un cierto aplomo y también, por qué no, una valentía y coraje para vivir ¿Porque vivir es éso, no? ¿Qué otra cosa?, se pregunta. Las respuestas se le irán desgajando lentamente a lo largo de lo que queda de esa mañana y del resto del día. Un día en el que se le van mezclando los elementos que lo compondrán. Piensa en una corriente tumultuosa, sobresaltada, en un río que fuera sinuosamente dirigiéndose a las cosas que quiere incorporar en su corriente y las cubriera y devorara como una boa de agua. Él es, que duda cabe, esa trayectoria, ese tropel que avanza, líquido y veloz ¿Puede encerrarse en esa metáfora, en ese mundo creado por sus palabras, hay algo más fuera de eso?
Ha bajado a la espaciosa cocina comedor y mira a su alrededor. Ve la radio y como hace unos instantes apagó la de su mesa de luz enciende la que está sobre la mesada. Mira el televisor y hace lo mismo. Los palabreríos, algo altisonantes y grandilocuentes, las músicas, ambos bochinches, se mezclan y compiten entre ellos. No dicen nada, no podrían dialogar con él, ser sus interlocutores. Tampoco internet aunque ahora decida, por ejemplo, abrir la computadora y encenderla y dirigirse a distintos sitios de la red. Incluso aunque decida chatear, con quién y para qué. Sigue sintiéndose ese río solitario, ese transcurso de agua sin sentido, esa boa invisible que devora y evacúa sin detenerse. Ese tiempo que lo contiene sin remedio aunque todavía pueda respirar dentro de él ¿Acaso es un pez dentro del agua o el agua que contiene todos los peces?
A veces ocurren otras cosas, las desagradables interrupciones de las desgracias en la monotonía, las exaltaciones de los momentos de goce. Hacer el amor con Alcira, por ejemplo, pero cada vez de modo mas infrecuente, aburrido, previsible y automático, ir con ella a cenar o al cine o al teatro y regresar con la sensación de oquedad y languidez, la seguridad de que algo nos falta y no sabemos qué es. Alguna vez, en el pasado estuvieron enamorados, embobados, hechizados, viviendo cada segundo juntos como si fuera el último de sus vidas, recelando de todo lo que pudiera interrumpirlos o distanciar el diálogo entre ellos que no sólo era de las palabras sino también de las sensaciones infinitas, de los cuerpos, de las remembranzas y los recuerdos. Amasados o moldeados los dos en un tiempo común, compartido. Sintiendo que circulaba entre ambos la reciprocidad de una energía inagotable. El amor, el deseo, la sed y el apetito que se profesaban y que hacía que cada minuto pasado sin el otro se sintiera como un fastidio y a veces una zozobra y hasta un desgarramiento; como cuando Alcira se enfermó y fue paulatinamente ensimismándose, dejando gradual y paulatinamente de ser la misma mujer que había sido, de un modo inexplicable pero certero, alejándose hasta culminar en el terrible diagnóstico que la llevó a la histerectomía y la  esterilidad y todo lo que había de mágico entre ellos se fue disolviendo en una terca y sostenida compasión. La realidad había penetrado en ellos y las aguas que marcharon juntas hasta entonces se fueron apartando, distanciando y hoy se miraban, se tocaban y se mezclaban de un modo inerte y anodino como objetos que se usan y se miden y sólo pueden proporcionar su utilidad momentánea.
Gerardo salió a la calle, caminó hasta la peatonal, se sentó en un banco y como estaba solo imaginó que estaba solo y como el cielo tenía un solo color azul imaginó que una multitud de sombrillas de todos los colores se vertía sobre él y puso su mente en blanco mientras la gente pasaba sin mirarlo u observándolo en todo caso como suelen mirarse los objetos.

Amílcar Luis Blanco

3 comentarios:

  1. increible relato de sentimientos unido a lo que la maravillosa imagen hizo dentro de vos
    luces de coleres caian del cielo
    mil besos

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  2. Hola Amílcar, tus relatos son tan bonitos que he llagado a pensar que los has vivido, porque escribir solo de oídas a veces como que no puede ser.
    El amor se escribe pero sobre todo se siente, y más de una vez sin saber explicar porque se escribe de una manera determinada me hace pensar que es el recuerdo de vidas pasadas, ya que en ninguna época recordada ahora hemos sentido así. Un abrazo.

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  3. Hola Amílcar, me acerco a conocer sus escritos y agradecerle su visita a mi pequeño rincón y me encuentro con que lo que sus letras componen son palabras mayores, tanto en verso como en prosa. Un verdadero placer leerle. Sin duda le sigo y aunque ahora dispongo de poco tiempo pasaré a leerle cuanto me sea posible.
    Un abrazo, con afecto.

    LOLA

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