viernes, 15 de junio de 2012

Milonga del futuro ya ido... ese amor imposible.


La oscuridad reinaba en el salón o más bien los claroscuros, como siempre. Me acerqué a la mesa, dejé mi reloj de bolsillo sobre su tabla, pedí la ginebra, la vi a ella, encendí un faso, me senté. Levanté mis ojos poco a poco como si los alzara sobre una estatua viviente de mortal belleza y ella me miró fugazmente como tantas otras veces. Jamás me animaría, tengo más de setenta y ella podría ser mi nieta. Troilo y Fiorentino: “Malena”. Las parejas circulando en la pista. Una dama de cabello blanco con un abuelo milonguero. Jóvenes de sombras. Y Yo, ya una sombra mas sombría, di mi primer pitada, soplé la blanca columna oblicuamente. Pensando en mis arrugas, mis canas, dentro del humo ya, entregado a la somnolencia y las evocaciones: “cuando era muchacho, el Tibidabo, el Maipo, etcétera”. Fin de “Malena”, parejas detenidas. De pronto “Fumando espero”. Ella se para, un joven apuesto, pelo renegrido, bigotes, va a su encuentro. Nadie repara en mí que desde la mesa miro. Discuten, por fin ella lo despide. Acepta casi enseguida salir a la pista con otro muchacho algo mayor que el primero, pero con el pelo atado tras la nuca en una colita. Bailan bien, muy bien, hacen figuras. Bebo mi ginebra sin dejar de mirarlos hasta que finaliza el tema y. Doy una sigilosa propina al mozo para que tropiece con  el hombre de la colita y le enchastre la camisa para que abandone momentáneamente a la dama y darle lugar al otro. El joven aprovecha, vuelve sobre ella, consigue convencerla y ésta vez suena otro tango y se la lleva. Esta vez es “Duelo criollo”. Parece que no tocaran el piso, que los cuatro pies calzados de milonga lo sobrevolaran. Sigo las figuras y dibujos de sus zapatos en la sombra reptante de la pista.Estoy tan embebido en la contemplación, tan concentrado que no advierto que la brasa ha avanzado. De golpe quema la piel de mis dos dedos. La ceniza ha cubierto mi objeto de plata que abandoné sobre la mesa,  mi reloj de bolsillo que ha oficiado de cenicero. Lo limpio de cenizas hasta que reluce nuevamente y abro la tapita de plata y veo su foto. Sigo fumando, sigo esperándola, es ella, siempre ella. Y la sigo limpiando de cenizas “Te acordás hermano….”

1 comentario:

  1. Entrañable cuento, Amílcar, con milonga de fondo, y ese reloj que sirve de cenicero, y esa foto de mujer que despierta el recuerdo...

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