viernes, 19 de junio de 2015

BUENOS AIRES Y SUS HABITANTES




                                            Lo que más me gusta de Buenos Aires son sus calles, plazas, paseos, parecidos a los de Madrid, París, Londres, Montevideo y hasta Nueva York, sobre todo en las zonas cercanas al puerto, como si Buenos Aires fuera el resultado, mezcla, conversión a nueva, de ciudades europeas y del mundo, descendiente urbanística y arquitectónica en linea directa de aquéllas ciudades; aquí en este sitio tan austral cuya latitud la ubica a la misma distancia del Ecuador que Ciudad del Cabo en Sudáfrica. Esta naturaleza tan occidental, cosmopolita, mundana, habitó y habita también las almas de las grandes personalidades del arte y la cultura argentina y bien porteña. Fueron europeos y europeizados, aún antes de transmigrar y aún vueltos a los cien barrios porteños, Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Julio Cortázar, Daniel Bareinbom, Marta Argerich, Witold Gombrowickz y hasta Roberto Arlt quien, en su no muy larga existencia biológica, no sólo estuvo en Brasil, sino que también llegó a lugares tan distantes y exóticos como España y Marruecos llevando su condición de porteño a esos lugares y esos lugares a sus cuentos, esa literatura de exóticos personajes y relatos extraídos de las mil y una noches a una literatura forjada en el periodismo de la creciente gran aldea.-
                                  ¿Por qué recuerdo este sesgo de extranjería, tan europeísta? Primero porque las restantes capitales de latinoamérica han sido siempre más hispanas e indígenas que hijas de un cosmopolitismo europeo y en esta peculiaridad Buenos Aires encuentra su perfil propio. Segundo porque esta composición étnica y cultural heterogénea, de una población originaria de aborígenes e inmigrantes - estos últimos en mayor cuantía que los primeros - ha caracterizado el alma y la idiosincracia de los habitantes de Buenos Aires, a tal punto que hasta en las preferencias políticas de sus gentes y en su folcklore propio se ha apartado y se aparta siempre del conglomerado humano que compone la población no porteña de la Argentina.
                                Los porteños suelen ser, en una no desdeñable cantidad, advenedizos, volubles, egocéntricos, frívolos en su enorme mayoría. Ensayan caminos de discordancia y desencuentro, exponen constantemente el desarraigo de sus egos lastimados comportándose muchas veces con excesiva petulancia, exagerada susceptibilidad.- Son autoreferenciales enfáticos que se comparan en todo momento con los ciudadanos de otras ciudades. En el fútbol si no obtienen el primer puesto en un certamen con otros países denigran al seleccionado con fiereza. No les basta con haber competido y haberlo hecho más o menos decorosamente, no, se sienten rebajados y humillados por haber quedado en un segundo o tercer puesto.- Suelen convergir con brillo en sus nostalgias de ciertos mitos como el de Carlos Gardel y pelearse con los uruguayos acerca del lugar de nacimiento del zorzal criollo. Discusión vana si las hay pero que alimenta porfiados y eruditos debates, de igual modo que con la composición del seleccionado de fútbol.


                                    La melancolía tanguera la llevan muy adentro y también la afición por un nomadismo de café que los conmina a tener paradas en bares y confiterías del centro. Aún ahora, en medio de una debacle de compromisos y citas cada vez más veloces, tratan de conservar hábitos que son como los pulsos de un reloj que les marcan los tiempos. Los porteños viven un tiempo dividido entre el mate, el café, con o sin leche, de las mañanas, los almuerzos de minutas - el bife o la milanesa a caballo con fritas, la pasta, el vacío al horno con papas o la parrillada con ensalada de lechuga y tomate - y una tarde con mate y facturas, de ser posible.-
                                      Nada hay que los distraiga de ser ellos mismos aunque esa mismidad se caracterice muchas veces por querer mirar y ver más allá del atlántico y hacia el hemisferio boreal.- Adquirir cultura para los porteños ha sido siempre hasta ahora en creciente medida saber cada vez más acerca de Europa y los europeos y establecer y mantener un estándar o rango de comparación incesante, hasta agotador, porque cuando vuelven los ojos hacia el este, hacia el profundo y vasto interior, hacia la pampa y las montañas de esa latitud inabarcable que es la Argentina, las retinas de sus ojos y las percepciones de sus conciencias parecen cerrarse.-
                               En esa mismidad que apunto la subjetividad enflaquece, adelgaza, pierde consistencia, volumen y profundidad; empobrece las personalidades, en general las saquea de vida interior. Pareciera que los porteños no se vieran entre sí y, por supuesto, manteniendo esa ceguera, invisibilizaran a los demás argentinos, del interior, que no habitan la gran capital. Por eso sus elecciones y decisiones en política, economía y sociabilidad suelen ser mezquinas, carentes de solidaridad, sólo ocupadas en destacar lo superficial, la frivolidad, lo banal.- Así, políticos o pseudopolíticos como Mauricio Macri se venden y son comprados masivamente a través del voto como productos de mercadotecnia, como una marca de dentífrico o de fideos, aconsejados por asesores de imagen como Durán Barba. 
                                        Los diarios y revistas de mayor circulación en Buenos Aires suelen banalizarlo todo o casi todo. Eso paga, tiene aceptación, se consume en grandes cantidades. El diario "Clarín" y sus publicaciones adyacentes son buen ejemplo de lo que digo. Otros medios destacan y enaltecen lo puramente ornamental,  las bruñidas opulencias de ricos y famosos. Principalmente revistas como "Caras" u otras por el estilo. Algunos diarios son desdeñosos y despectivos con lo popular y masivo. Por caso "La Nación", otros como "Diario popular" o "Crónica" hacen un culto a lo populachero y ensayan una demagogia sin atenuantes. Los medios audiovisuales monopolizados y hegemónicos operan del mismo modo. Se autolegitiman invocando la libertad de expresión, rasgándose las vestiduras cada vez que desde otros medios, no complacientes con tanta mediocridad al uso y honestamente críticos pero minoritarios, se les reprochan sus mentiras, sesgamientos de los hechos o interpretaciones capciosas e interesadas de lo que sucede.
                                           Quizás, poco a poco, paulatinamente, estas realidades vayan cambiando, metamorfoseándose y los habitantes de la ciudad se hagan más líquidos, indiferenciados e insignificantes o, en un giro insólito, fructifiquen en una descendencia de porteños inteligentes, solidarios y se integren  con los habitantes del interior.- Ojalá suceda esto último y no lo primero. Es el deseo de un hombre nacido en Buenos Aires pero formado en el interior de la Argentina que siente un verdadero y profundo amor por su ciudad de origen y que vengo a ser yo mismo para lo que gusten mandar.



Amílcar Luis Blanco ("Estampas de Buenos Aires", pinturas extraídas del Blog de Carlos Szwarcer)

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