lunes, 24 de junio de 2013

SALIRSE DEL TIEMPO







                                                         Invierno y, no obstante, como el día anterior había estado corriendo, manejando, caminando, escalando, en compañía de Mónica con la que habían ido directamente a la cama sin detenerse, sus zapatillas olían a queso parmesano y sus pies también. Había, además, en el departamento, ese aroma a césped recién cortado, o sea, a semen. Longilinea, majestuosa, Mónica había arrastrado, sosteniéndola en su puño, su brazo en ángulo contra la elordosis de su cintura, después de la tempestuosa tenida, como un pareo de larga cola, la sábana color lila suave hasta la ducha detrás de sus  poderosas ancas,  glúteos y muslos o nalgas que le hacían pensar en el garbo de las yeguas. Así la miraba él desde hacía un mes cuando se habían conocido en un bar en Buenos Aires y habían disfrutado el uno del otro, jurando que jamás se comprometerían y que no hablarían de amor. Pero él lo sentía y desde entonces su observación de ella  comenzaba por su largo cabello rubio y su espalda o por sus aladas y poderosas cejas y esa mirada esmeralda impresionante y descendía por sus amplios senos anforados, esas dunas mostaza sobre cuyos declives adoraba deslizar los labios entreabiertos para besarla,  lamerla y hacer que se estremeciera. Podía verla desnuda; era un volumen exquisitamente azafranado y voluptuoso su cuerpo; sol en su piel, inteligencia tras su frente amplia, luz de relámpago atrapado, pero además la revista, sus artículos, su doctorado en filosofía, su conversación. La admiraba, la había mostrado por eso, un par de veces, ante sus amistades y les había dado la ocasión de que la escucharan y, entonces, el orgullo por tenerla casi no lo dejaba respirar. Habían hecho el amor a lo largo de casi  toda la noche y únicamente a la mañana,  extenuados, habían pensado en bañarse y desayunar. San Carlos de Bariloche había dejado de ser la de sus recuerdos de infancia, cuando con su tío Bartolomé,  su tía Lelia y su prima María Luisa, a sus nueve asombrados años, habían ingresado a un paisaje de postal; chalets de piedras grises o amarillentas y maderas rojizas de pino ciprés junto al lago Nahuel Huapi. El bosque como una tupida barba verde entre los basaltos verticales y las faldas escarpadas de la montaña, extensiones de césped, canteros de flores rojas, amarillas, verdes, celestes,   macizos de rocas nevadas,  el azul intenso del cielo y el helado viento que cortaba lo que quedara expuesto, el cuello, las mejillas, la nariz, las orejas.
Ahora la ciudad estaba repleta de comercios, edificios altísimos como los de Buenos Aires, Mar del Plata o Rosario, poco bosque, escasos céspedes, mezquindad de canteros y suciedades a granel, botellas de plástico aplastadas, bolsas de polietileno llevadas por el viento, trozos de géneros, sogas, latas de cerveza, colillas de cigarrillos y paquetes retorcidos, boletos, papeles, cartones, frascos, folletos, impresos, tachos y contenedores con basuras desbordantes, abundancia de micros, gentío, pisadas, vocinglerías derramándose, bocinas, motores, automóviles estacionados en doble fila. En las afueras había galpones y tinglados, camiones y remolques, que se divisaban desde las ventanillas del avión y materiales y productos alineados que revelaban la presencia de pequeñas y medianas industrias. Pero lo que no había cambiado, y le confería al conglomerado urbano alguna particularidad de lánguida belleza todavía, era la suave caída de las calles hacia el lago y esa extensión y vista de mar entre montañas y aguas profundas cuyo colores oscilaban yendo  del esmeralda al azul tilcara y cuando se nublaba al gris azulado, que el viento permanentemente, con distintas intensidades, peinaba, levantaba, encrespaba o alisaba.
De todas maneras el frío era la presencia común. No dentro del departamento en el que Mónica había arrastrado la sábana lila tenue para llegar al baño porque desde las cerámicas del piso ascendía el calor de la loza radiante. Patricio ahora esperaba, aguardaba pacientemente oliéndose y oliendo esa acogedora tibieza, mirando a través del amplio ventanal el panorama del lago y las montañas, pensando en esas precisas mutaciones del tiempo, que Mónica terminara su baño y acicalamiento para ingresar él bajo la ducha. No quería entrar con ella bajo el chorro porque se sentía con ganas de tomarse una pausa, disfrutar el espeso tazón de chocolate y el brownie en el abrigado bar en la misma esquina del edificio en el que vacacionaban, cuando por fin bajaran a desayunar y disfrutar ese rincón de ilusión que la ciudad todavía podía ofrecerles.-
Una vez dentro del bar, puestos ambos abrigos de gamuza y lana sobre los respaldos de las sillas, envueltos en la delicada fragancia a lavandas del perfume que él le había regalado, el humo desde los chocolates que les había traído el mozo se levantó lentamente desde las tazas y sus volutas blancas acariciaron las maderas acarameladas, con artesonados, cuadros, botellas de distintos vinos como si estuvieran dedicadas a mantener el encantamiento. El ámbito que respiraban hizo que  se sintiera y la sintiera a ella confortada y a gusto. Además su amante, que increíblemente había conquistado y estaba con él por gracia divina, le sonrió abriendo de tal modo las comisuras de su boca y mostrándole su dentadura pareja,  acariciándolo tanto con la luz de sus ojos verdes, que no pudo evitar la declaración:
- Mónica, quiero que nos casemos.
La preciosidad rubia saltó.
- Te estás olvidando de todo lo que hablamos. Yo no creo en el amor, menos todavía en el matrimonio ...
- ¿Lo nuestro es pasajero?
- Lo nuestro es pasajero, disfrutémoslo, aquí, ahora.
- ¿No lo estamos haciendo?
- Sí, sí, el chocolate está riquisimo, anoche, toda la noche, estuvo riquísimo, deleite, puro deleite.
Mónica se inclinó hacia el rostro de  Patricio y apoyó suavemente sus labios sobre los de él. No fue un beso en toda la regla sino el roce, el asomo, lo preliminar del beso y le apoyó los antebrazos sobre los hombros. Él se separó con cierta brusquedad.
- Querés conservar tu libertad. Volver a Buenos Aires sin compromisos, hablar con tus padres, tus amigas, tu hermano. Regresar a los días agitados de la revista ...
- Exactamente, eso quiero ¿Podés entenderlo? Bien, seguimos tan amigos, tan amantes, tan felices, como hasta ahora ¿No podés? Y bueno, nos damos el beso de despedida y cada uno por su lado.
- ¿Por qué?
- Vos lo sabés Patricio. Odio la esclavitud, la que ha vivido mi madre junto a mi padre hasta que mi padre murió. Ella quiso siempre ser periodista y no lo logró por atarse a la familia. No quiero atarme al matrimonio ni a la familia, no lo necesito. Soy feliz así.
- Pero eso no puede ser para siempre, qué harás cuando pasen los años. Ahora tenés treinta, pensá en tus cuarenta, tus cincuenta, tus sesenta años.
- Pensar tanto en el tiempo es salirse del tiempo.
- ¿Cómo?
- Somos tiempo, instante, instante tras instante. No destruyamos la magia del instante, de los instantes, o sea del presente, infectándolo de futuro. El futuro no existe. No ha existido nunca. Es una suposición, un ejercicio de la imaginación.
- ¡Ah, claro! Ya salió la señora literata. La que llena las páginas de la revista "Ahora" ...
- Justo, justo, ahora, vos lo estás diciendo.
Se quedaron en silencio. Las volutas blancas de las tazas humeantes perdieron su magia. El caramelo de maderas y artesonados se transformó en grueso barniz. La helada mañana ingresó al ámbito caldeado al abrirse fugazmente la puerta que comunicaba al bar con la calle. Patricio olió el frío y, quizás sólo una nube  afilada, un fragmento de aire nauseabundo, de basura,  y el nuevo instante interrumpió la dulce cadencia y encadenamiento de los instantes anteriores, la atmósfera a lavandas, en suma la frágil soberanía de esa sucesión de encantamiento comenzada el día anterior cuando entre ellos todavía reinaba la armonía. Hubo un corte, agresivo, generador de vacío. Se habían salido del tiempo.


Amílcar Luis Blanco ("Ionlonthe", trabajo basado en la obra de Egon Schiele por Patricia Muñoz)

5 comentarios:

  1. Genial escrito, saludos hasta Argentina amigo, un gusto leerte :)

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  2. Genial escrito, saludos hasta Argentina amigo, un gusto leerte :)

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  3. emocionas con tus palabras lo mas profundo de mis entrañas
    pareces tan correcto
    Quizas puedas aconsejarme

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  4. salirse del tiempo
    maravilloso
    Hay mujeres para todo
    algunas quieren ser solo amantes
    otras son para familia.Yo creo que cuando uno tiene esa edad y esta enamorado el vicio del sexo no es tan importante como tener a ese hombre como hombre de siempre
    maravilloso como siempre poeta

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  5. Ya veo a tu heroína más que enamorada libre, hay que querer mucho para renunciar a todo, las mujeres han cambiado, ahora todos son iguales mujeres y hombres, y las ataduras ya no sirven; a mi me parece bien, aunque yo soy de otra época.
    Es una entrada de hoy, de sentires nuevos en tiempos nuevos, el ayer en las historias de hoy no sirven, a mi me gustan más el hoy, aunque recuerde mucho el ayer. Un abrazo amigo.

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